Cuando te vas sin trabajo

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Las cosas cambian cuando te vas sin trabajo…

Y aquí debo remitirme a mi primera experiencia…

Me encontraba cursando el segundo año de la carrera de Turismo y Hotelería y, para aprobar la materia de Prácticas Hoteleras debía realizar una pasantía en un hotel.

Cerca de fin de año, una amiga me preguntó si quería acompañarla a México. Consciente de que no contaba con los medios económicos para costear los gastos de pasaje y estadía rechacé su propuesta.

Un par de días después, otra de nuestras amigas ofreció pagarme el pasaje confiando en que se lo devolvería con el trabajo que íbamos a conseguir.

Cuanto más jóvenes somos, más inconscientes… lo pensé dos minutos y les confirmé a ambas que viajaba.

A los 15 días aproximadamente nos tomábamos un vuelo a Cancún, sin tener absolutamente LA MENOR IDEA de lo que saldría de aquella aventura.

Los dos primeros días nos sirvieron para darnos cuenta de que Cancún no era el destino indicado, asique nos tomamos un bus destino Playa del Carmen.

De más está decir que nos encontramos en un paraíso en tierra… Una pequeña ciudad de increíbles playas, coloridas calles y una agitada vida social que nos invitaba a orientar todos nuestros intentos en quedarnos allí.

Conseguimos una habitación bien ubicada y salimos a buscar trabajo en bares y restaurantes.

Cuando te vas sin trabajo hay una innegable adrenalina, pero, a su vez, hay más riesgos de aceptar lo primero que llegue, lo cual no siempre significa que sea lo mejor.

Trabajamos en bares, fiestas y una de nosotras probó suerte en una agencia de viajes.
Por un motivo u otro, no duramos en ninguno de estos tres trabajos. Puede suceder que no te gusten las tareas, que te exploten, que no te paguen… en fin… las posibilidades son muchísimas, y hay que tener mucho cuidado.

Me quedaban USD 300 en el bolsillo…

Muy desanimadas y ya casi con ganas de volvernos, decidimos salir un día con un puñado de currículums en mano a recorrer cada uno de los hoteles de Playa y sus alrededores.
En uno de los tantos hoteles por los que pasamos, nos dijeron que necesitaban gente para el departamento de entretenimiento.

Realizamos una entrevista con la Jefa de Departamento y una prueba de baile.

Al día siguiente nos pasaron a buscar, nos llevaron a un condominio, instalamos nuestras cosas y ese mismo día comenzamos a trabajar.

Fue una temporada intensa, de muchísimo trabajo y aprendizaje. Trabajábamos seis días a la semana, el día completo, de 8 de la mañana a 1 de la madrugada, a veces hasta más tarde.

Actividades en la piscina, clases de baile, ensayos… no había tiempo de aburrirse o de permitirse tener cansancio. Lo cual, si bien no era bueno para nuestro cuerpo, resultaba muy positivo para la parte emocional… dado que no cabía la posibilidad de sentirse triste o nostálgico.

Lo que se aprende en este tipo de aventuras tan inigualable como inexplicable…

Haciendo el intento puedo decir que logramos mejorar nuestro nivel de inglés, aprender y enseñar actividades de las que no nos creíamos capaces… dejamos de lado cualquier atisbo de timidez para luchar contra todas nuestras limitaciones mentales y físicas, y dimos paso a tres nuevas mujeres… con menos prejuicios, con menos miedos y, lo más importante de todo, con unas ganas inmensas de comernos el mundo.

Afortunadamente, con sus altos y bajos, la experiencia resultó inmensamente provechosa y nos demostró que valió la pena arriesgarnos…

De hecho, una de nosotras decidió dar un vuelco a su vida, dejar todo y quedarse viviendo allí. Ya lleva casi 15 años en Playa y ha logrado la ciudadanía Mexicana.

En lo que respecta a nosotras dos, trabajamos en dicho hotel cuatro meses y completamos nuestra pasantía exitosamente, volviendo a Argentina con la esperanza de terminar nuestros estudios y volvernos a vivir definitivamente a Playa del Carmen…

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